miércoles, 2 de julio de 2014

Educar es sembrar otra vez

Leandro Area
Imagen tomada de la Web; sin menoscabo de los derechos de su autor.


Educar es sembrar otra vez, acunar la golosa semilla, alimentar su sed de árbol dilatado acompañando al enjambre nutriente que la abona o le ofrece su sombra protectora. Enseñar es saber esperar, creer, ayudar, desbrozar; es derramar otra vez y hasta el cansancio, la convicción madura de que formar alberga un horizonte desmedido y esquivo.
Sembrar no es recoger, es distanciarnos libres para mirar emancipados nuestro esfuerzo. Educar requiere de la convicción de sabernos íngrimos, pasajeros en tránsito. Enseñar es repartir desde adentro y de allí para todos, que es casi como decir ninguno, ya que no hay ni posesión ni hacienda en lo entregado. Recoger es no sólo después, es más allá, es volver a empezar y observar ese fruto vedado será esparcir en la conciencia que se puede partir y compartir. Nada se pierde todo se disimula.
Multiplicar es después de sumar, aunque sembrar sea sumar multiplicando. “Sueño que siembro”, debería ser la ambición que acompaña el camino del vivir, que es el dejar a veces apartándose. Cada paso que doy es una entrega aunque no se distinga, mi sombra es su vereda y mi fragmento está para soñar que pienso. Y si llego a sentir que “luego existo”, ya estaré dando gracias a los que tal vez sin saber me hicieron el que soy para que recogiera el bien regalado de su heredad tan próxima e incomprendida. Y puede que los que transitan por el mismo camino de los que ya pasaron se reúnan en homenaje de los que no sabemos aún, que somos todos. O insistimos o erramos.
Educar será siempre un corazón errante y saber que ese fruto logrado no es propio y sí efímero, y se irá sin sentir que fue sembrado por tu siembra como tú lo olvidaste en su momento y ahora por fin tal vez comprendes, es florecer. Porque sentir amor o filo de rechazo sólo se puede apreciar después de muchas talas y de quemas que diste o que te dieron. A veces aprender a sentir no es tarea fácil, requiere de tanto fruto recogido que se pudrió a la vera sin poder entregarse a su reconocimiento de luz ensimismada. Que eres al ser tragado no es fácil de digerir y cuando vienes a darte cuenta eres, en sorprendida perplejidad, abono transportado por ángel disfrazado de pájaro. Ser es caminar descalzo sobre seco que necesita de húmedo para dar de vivir. Tú eres el puente sobre el que tendrán que andar tantos viajeros que no recordarán su travesía ni la tuya mientras cubrían su intemperie sin brújula en las rendijas de tu conciencia vaga y de su viaje presuroso hacia quién sabe dónde.
Eres al fin y al cabo la semilla que abonará el terreno que tienes a tus pies y a lo mejor florezcas en tiempo que pasó o en el futuro, ya que educar no es un límite sino una aventura del espíritu. Y mientras más me resumo en la semilla, más me dispongo al ayuno, más me despacho satisfecho de origen. A lo que vine y aún no sé completo es que no tengo sino el sol que se avecina, el cielo que me cubre y la tierra que se abre y se cierra contigo de testigo.

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