Sobre espejos y brújulas
Leandro Area
Si
algún tesoro hemos perdido los venezolanos en estos últimos tiempos es
el de aquél espejo donde, por borroso que fuera, se reflejaba nuestra
siempre escurridiza identidad. Y no ha sido casual, porque a propósito,
con la intención perversa de dominarnos, de hegemonizarnos, han mutilado
nuestros signos, símbolos y mitos de orientación cultural, trastocando
las raíces de las que nos nutrimos como nación y árbol social. Y sin
estos imanes de sosiego orientador y ciudadano, cualquiera es presa
fácil de ambiciones malevas. Una sociedad sin esa brújula primera pierde
tres dimensiones de la realidad que la debilitan como madre acogedora y
orientadora de pueblo y sustentadora de pertenencia patria. Me refiero a
ser, espacio y tiempo. Andamos sin saber quiénes somos, dónde estamos y
en qué tiempo transcurrimos. Una nación así carece de alternativas que
no sean las de consumir el presente para, tragándolo, evadirlo o
regocijarse en un pasado nostálgico de aventuras románticas. En esas
circunstancias nadie es libre de planear su futuro ya que es prisionero
de las veleidades de los que se engolosinaron con el poder.
Las repercusiones de este envenenamiento calculado sobre las vidas
personales son letales. El sentido de pertenencia se desarticula, la
autoestima se fractura, el auto control pierde la noción de límite, el
otro se convierte en enemigo o cómplice, la confianza no existe, y la
energía individual y social se invierte en protección o aislamiento.
Todas las posibilidades de obra se dirigen a la construcción de un muro
para dilatar el peligro y el miedo que son dos fieras alternas que se
complementan. La desconfianza es ahora la ley de la selva.
A ese desdén nos ha traído un proyecto político militar y golpista
que encontró vara alta en una sociedad bonchona y mal tejida, y en unas
élites incorrectas que convirtieron complejos y envidias de los suyos en
inmolación a favor de los enemigos de la democracia. Ojalá me equivoque
pero será difícil superar esta trampa babosa en la que resbalamos a
través de óperas dialogadas a menos que otras circunstancias, internas y
externas, converjan y conviertan fuerzas y errores de las partes en
cambio político determinante.
Los enfrentamientos y luchas que desde febrero y antes andan por el
país y de su cuenta a veces, son expresión de la esperanza que persiste
en los que creemos que no todo se ha perdido aunque quede mucho por
hacer. Los avances han sido significativos hasta en las propias
contradicciones y pugilatos dentro de la oposición ya que ellas
caracterizan parte fundamental y provisoria de nuestra visión inexperta,
vertiginosa y petrolera de la realidad y de la historia, del ser, el
espacio y el tiempo.
Pero por ahí andamos, construyendo una brújula para darle sentido
común a la dispersión que nos identifica como pueblo y como continente.
Esto no es nuevo y ya tuvieron que lidiar con esa incomprensión los que
nos antecedieron en esta odisea por civilizar la barbarie, por erradicar
la malaria, construir puentes y caminos, educar a la gente, dar de
comer al hambriento, dar de beber al sediento, lograr la libertad, dejar
de ser esclavos, casa donde encontrar cobijo, amar al prójimo como a tí
mismo. Lo básico, hermano, lo básico.
Leandro Area
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