La frontera Esequiba
Hace ya algún tiempo que Guyana se ha convertido en tema noticioso pero no como expresión de debate nacional sobre los intereses de Venezuela, sino gracias al esfuerzo comunicacional de algunos experimentados y atentos diplomáticos, a militares de vieja profesión y casta democrática, a estudiosos del tema y a periodistas también que siempre andan alertas, defensores todos de los intereses de la nación. Así es que nos hemos podido enterar y conocer, de buena fuente, lo que allí se cocina, ocurre e implementa, en relación a la reclamación venezolana sobre el Esequibo.
Y advierten, en los escasos espacios que a duras penas rasguñan en la prensa y demás medios, cada vez más controlados y sumisos a los intereses de la ideología gubernamental, sobre los peligros que corre la nación en su histórica y justa reclamación frente a Guyana.
Y afirman que el vecino pasando por encima de pactos y de formas establecidas por las partes frente a la comunidad internacional en el Acuerdo de Ginebra de 1966, donde se reconoce la reclamación venezolana sobre el Territorio Esequibo, pretende ahora ejercer presiones y crear tensiones al otorgar de manera arbitraria e inconsulta, concesiones a empresas norteamericanas para la exploración petrolífera en áreas marinas y submarinas, las cuales nunca han sido objeto de discusión y sobre las que la Armada Venezolana ha ejercido y ejerce, sobran motivos de orgullo para destacarlo y confianza en que lo seguirá haciendo, permanente control en demostración de soberanía indiscutible en esa nuestra fachada atlántica.
El gobierno de Guyana, pasajero circunstancial y socio ideológico y beneficiario del de Venezuela en su condición de miembro de Petrocaribe, ha puesto a funcionar un plan de vieja data que ahora consigue madre y padres y coyuntura favorable en la debilidad interna e internacional del gobierno venezolano y de ambiciosos intereses en juego, políticos, energéticos y geo-estratégicos, que se mueven sin que aquí se entiendan y se sepa reaccionar a tiempo. Eso es lo que uno puede suponer, a menos que el gobierno nacional esté dejando hacer y dejando pasar para lograr un objetivo inconfesable como sería el dejar llevar por su propio peso el caso a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en donde tenemos todas las de perder.
Porque es que el gobierno venezolano cuando ha debido hablar de verdad, ha callado y por tanto, otorgado; cuando ha debido actuar, dejó pasar o responde tan tímido e inconcluso que parece más que desdén, no sé si calculo; cuando debió poner la cara y reclamar, tan forajido él ante solicitudes democráticas y legítimas de la ciudadanía, hace silencio encubridor.
Ante esta situación de riesgo verdadero de pérdida de soberanía nacional, estamos en la obligación de reaccionar en todos los frentes posibles y previstos confiando en que nuestra Fuerza Armada se reafirme en su capacidad y orgullo de los honores que bien se ganó entre sus compatriotas en el ejercicio de su pasado histórico.
Esa fachada atlántica es tan vital para los que compartimos un destino común en estas tierras de Simón Bolívar, como lo es también el Golfo de Venezuela. Es además entrada y salida, hacia y desde toda América Latina a través de las cabeceras del río padre, el soberbio Orinoco, arteria yugular de nuestra identidad e imagen, llave de nuestro corazón más íntimo y desconocido, candado de las riquezas y pobrezas del país mineral que somos, nuestro rostro embadurnado de petróleo inconstante frente al mundo
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