¡Elecciones Ya!
El título pareciera repetir la consigna más subversiva de los años de la dictadura en Venezuela. Al expresarla, en forma de grafiti, un muchacho de la época se jugaba la vida al ser calificado de enemigo del régimen. Ay de aquél que osara ventilar en las paredes de lo público lo que todo el mundo murmuraba en privado. Los medios de comunicación, ni pío. La clandestinidad estaba de moda para la libertad. Hoy estas exigencias de respeto político siguen vigentes. No sería malo volver a la calle con este inocente reclamo.
Más aún cuando se presume que viviendo en un sistema democrático, donde debieran cumplirse Constitución, leyes y procedimientos que obligan, por plazo vencido, a la elección de los miembros de una nueva Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral, responsable administrativo de esa contienda, guarde silencio mudo jugando con el ya deteriorado equilibrio mental del país. Con su actitud no hace sino abrir paso a todo tipo de conjeturas, ninguna de ellas sacada del sombrero de un mago ni de un plan conspirador.
O será que quiere que le remachen aquello de impostor, y entonces salir, bajando despacito por la rampa, con el país en vilo y en cadena nacional, a dar declaraciones, encrispando más aún los resortes emocionales del país que no están para tejemanejes ni empastelamientos, a menos que lo que se esté buscando sea precisamente eso.
Y menos todavía si le suponemos garante de las cuentas de la voluntad popular, no he dicho fraudulento, el banquero, si se me permite la torpe alusión, de nuestros capitales ciudadanos, que nos impone un hasta que a él le provoque, cuando el cuento es que nosotros lo que queremos es, y ya, invertir en democracia.
Pero nada, que lo que hacen es que dilatan y retrasan, se hacen de alguna otitis, culipandean, no responden, haciendo sospechar, hasta a las más inocentes palomas, que se trata de un plan, de una fragua con la que se intenta crear confusión, desesperación, desasosiego en la oposición, que viene navegando y administrando con claridad de horizonte, polo a tierra, sus demonios internos.
Y este retraso del período es más grave aún cuando la realidad, que es la mejor de las encuestas existentes, enseña un índice de mayúscula desaprobación de la ciudadanía a la gestión del gobierno en cualquier materia bajo su responsabilidad. El hambre, la enfermedad, la muerte, la corrupción, el robo, la represión y los presos políticos, la indolencia, el irrespeto y el embuste contumaz son las evidencias más claras, patéticas, que no se pueden tapar ni con todos los dedos de ambas manos.
El ciudadano aspira a decir, es su derecho, lo que opina sobre los candidatos de la oposición y del gobierno a la Asamblea Nacional, a través de elecciones libres bajo el resguardo de observadores internacionales independientes, capaces, honrados y respetados. Que las opciones políticas midan sus fuerzas, su popularidad en todos los rincones del país. Que no se quede un venezolano sin la posibilidad de votar. Que cese el manguareo con la fecha electoral que hace enardecer los ánimos.
La oposición está cumpliendo con su cronograma de actividades y no hay trampa que pueda frente a una mayoría aplastante. Ojo con la abstención fruto de la desesperanza que es a lo que juega este retraso maquinado por el gobierno a través de uno de sus músculos más sumisos y sombríos: El Consejo Nacional Electoral.
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