Los demonios del gobierno venezolano
A la memoria de Luis Manuel Díaz
A los que en Venezuela envilecen la política con el asesinato del adversario como ocurrió recién con el dirigente de la Unidad Democrática, Luis Manuel Díaz, Secretario General de Acción Democrática en Altagracia de Orituco, estado Guárico, faltando apenas días para las elecciones a través de las cuales se renovará el Parlamento, la derrota electoral de los candidatos afectos al gobierno de Nicolás Maduro calzará a la medida de sus más laberínticos demonios y miedos que no son otros sino los que se resumen en la pesadilla en la que ellos suponen, sus razones tendrán, se convertirán sus vidas si pierden el poder. Allí se explicaría su violencia.
Al que aquí les lleve la contraria, “todo el poder para los Soviets” Lenin dixit, le tachan de enemigo del pueblo, de la revolución, “apátrida” lo insultan, bajo cualquier pretexto se le aplican otras formas de intolerancia menos brutales y sangrientas que el crimen si se quiere, como la cárcel por ejemplo, el exilio, la inhabilitación política y demás alimañas como la humillación en público frente a las cámaras u oídos de tantos radio escuchas, o a través de medios de comunicación escritos, todos de ellos, casi, que para eso ya se han convertido en unos expertos que ni en el imperio, tan absorbentes e inseguros y tan de monopolio al mismo tiempo como corresponde que si te pones a ver no hay para que extrañarse con tan buenos y flamantes maestros que se gastan.
Así que pudiera pensarse, de libreto y si así fuera, que lo que se busca con hechos como el crimen de marras, es generar temor e inhibición o antes bien encender y multiplicar odios, desprecios e iras, que todas, solas o juntas, verdaderas o falsas, son malas y perversas consejeras; fuerzas desatadas que en manos de insalubres gobiernos, como el de aquí y ahora, sin institución ninguna de contrapeso, pudieran traer funestas consecuencias para los que creemos en la Democracia; demonios, otra vez, que sueltos en una sociedad polarizada, frustrada , de tradiciones caudilleras y sin referentes de autoridad civilizada bien definidos y creíbles, sean estos carismáticos, afectivos o legales, desataría energías de venganza o revancha, en todo caso caóticas y sin control, que harían necesarias reacciones ya de guión y fuerza militar, conocidas por dictatoriales, sórdidas y cruentas.
Que la violencia sea la partera de la historia es el reino que andan provocando frente al descalabro y previsible fin del Socialismo del Siglo XXI, que no se necesita ser vidente, como emblema de un pasado ya muerto y más ahora con Argentina como esperanza tan cerca mordiéndoles los talones: suspensión de elecciones, estados de excepción, cesación de garantías, alteración del orden público, restricción de los derechos constitucionales, juntas cívico-militares o militares-civiles, intervenciones extranjeras, violación de la soberanía, “nos espían”, “nos invaden”, “nos roban”, paramilitarismo, magnicidios, cierre de fronteras y un largo bostezo de etcéteras que hasta ellos mismos se ríen de ellos mismos pero ahora ya en serio; cualquier cosa con tal de no perderlo todo que ya está perdido de antemano y lo saben que era ante todo aquel afecto, que más que amor frenesí, que existía frente a la realidad de hoy que es de hambre, de escases, de inseguridad y de todo lo demás para ser breves y que la gente del común expresa a través de una sencilla frase: “Este gobierno ya no sirve”. La hipnosis aquella ya pasó.
Pero mire que tratándose de estos energúmenos para quienes respeto o afecto no tienen ninguna jerarquía ni prosodia, es posible cualquier trastada y más aún sintiéndose derrotados aquí adentro y preocupados por lo que piensan y murmuran por allá los gobiernos que nos chulean y malgastan con tal de no entregar. No es cuento, ellos mismos lo dicen y de ñapa se ríen.
Ahora bien, a pesar de sonar demasiado prudente y casi que temeroso, timorato más bien, el rechazo indignado pero nunca violento, organizado y contundente en todo caso, tendría que ser la reacción que la sociedad venezolana y sus dirigentes deberíamos demostrar frente al natural sentimiento de dolor, odio y ganas de justicia, la hoy corrupta, como reacción al asesinato, en tiempos de impunidad, de un dirigen político cuyo único pecado fue no pensar igual que los que propiciaron y ejecutaron su crimen, sea quien sea, y creer que un país distinto era posible.
La sociedad venezolana frente a este homicidio debe levantar la voz y rechazarlo de la manera más rotunda y dar demostración de convencimiento republicano a través del voto, la participación y la calma, en estos momentos turbios y provocadores, calculados quiero decir, desde el poder y no caer en celadas y trampas que de ellas ya debiéramos estar curados en salud y hasta la coronilla.
Los líderes democráticos de esta hora crucial deben ser de lo más suspicaces y cautos, orientados y orientadores, unidos más que nunca si alguna vez lo fueron, pues lo que está pasando, frente a las tupidas narices de los observadores internacionales, podría ser la chispa, la celada, otro tipo de fraude, que dispare consecuencias funestas, todas favorables a los intereses del torvo gobierno que tenemos la mala leche de padecer desde hace ya hace 17 años y que no quiere aceptar por las buenas la simple evidencia que se respira en las calles: que la gente está harta, hasta los tuétanos, de su mala gestión.
De la escalada de violencia proveniente desde hace tanto ya tanto, maliciada y malcriada, como sea, desde las más altas cumbres del gobierno, desde donde además se la estimula, invoca, acolita y premia, no es de extrañar que aparecieran tales eventos y bríos de maldad pues era previsible que esa misma violencia, en un clima de impunidad, fuera el instrumento con el cual es posible boicotear el proceso electoral en curso, en el que no creen sino del antifaz para afuera los representantes del más retardatario y empobrecedor de los gobiernos que en Venezuela hayamos tenido jamás nunca, que es mas allá que nunca jamás, que utilizan como franquicia burguesa el recurso legitimador de lo electoral pero frente al cual ahora reculan con terror al ver la inmensidad y la inmediatez de su derrota.
Que no quede impune la muerte de Luis Manuel Díaz. Respeto a su ejemplo que debe convertirse en memoria.
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